Una foto por minuto.. diez recuerdos por segundo.
Ese papel que tanto buscaba no estaba en ninguno de los cajones del nochero, o al menos no revisé bien en el último porque me entretuve viendo las fotos que estaban ahí. En ese último cajón estaban archivadas las fotos de 23 años atrás; lo que hace que nació mi hermana y comenzó la historia de mi casa. 23 años capturados en un sin número de fotos que narran algo parecido a una novela o tal vez una verosímil comedia humana, que ahora que la veo, me dan ganas de reír y de llorar, porque en esa historia yo tengo un papel y me acuerdo de escenas pasadas de muchos momentos felices y evocaciones de imágenes nostálgicas de aquellos que ahora no actúan más pero que permanecen intactos en la memoria de esta familia y cuyas actuaciones fueron entrañables mientras duraron….ahhh .. estas escenas de familia , los rostros alegres de mi mamá, mi papá, mi hermana, mi kuky, de muchos primos, tíos y abuelos y sobre todo el registro en el tiempo de esta carita divina pero taciturna que me tocó. Viendo esta comedia humana, me di cuenta con una lagrima en el ojo, echado en la cama y con una foto mía de pequeño disfrazado de conejo, que la vida que por suerte llevo había sido, desde el principio, una bendición de Dios: sin opulencias ni cosas ostentosas, sin hambres ni afanes, con mucho amor, solo con lo necesario para ser feliz.
A mitad de camino, en el cajón de los recuerdos (una extensión de la memoria) me encontré la foto de mi mamita (la mamá de mi mamá). La mujer que, hace 11 años, fue el porqué de nuestros viajes cada quince días a Andalucía (valle). Lentamente cerré los ojos y en mi cabeza abrí una cajita con sus recuerdos más reales, la visualicé; allí estaba ella, sentada en la silla roja del comedor que había antes, con un vestidito de flores moradas con blanco, peinándose y poniéndose en el pelo las pinzas que solía usar; al lado, en la mesa, estaba la porción de papaya que mi tía acostumbraba a darle cada tarde…. Allí también estaba yo, como de 4 o 5 añitos jugando en el corredor con un carrito azul que algún día se perdería debajo de la cama, mirándola y preguntándome porque siempre tenía los ojos cerrados. Ella siempre me llamaba y me daba el sobradito de papaya mientras me ponía en sus piernas y me palpaba la cara para darse cuenta y afirmar que me parecía a mi mamá; me tocaba la frente y los ojos como ansiando verme y juntaba su cabeza a la mía como en una especie de ritual tristón. Mi mamita no alcanzó a verme, vio a mi hermana y a mis otros primos mayores, pero no a mí, porque cuando nací, ella ya había quedado ciega. Aun me acuerdo de esos días en Andalucía, en esa casa materna de millones de recuerdos que no se pueden marchar por más arreglos que le hagan; me dan ganas de coger un bus e irme para allá y sentarme en el corredor a comer guayabas y mandarinas y contemplar las maticas de mi tía mientras cae la tarde y el patio se va poniendo oscuro, ahhh.. pero sé que ya no será lo mismo.
Seguí descongelando memorias y encontré las fotos de nuestros días de halloween; fotos de mi hermana disfrazada de muñeca, de india, de princesa y de cuanto disfraz cabía en la imaginación de mi mamá, fotos mías disfrazado de payaso, campesino, conejo, zorro… en fin, de todo me disfrace menos de Superman. En ese tiempo se veían bandadas de niños en las calles pidiendo dulces (entre esos yo), en ese tiempo uno decía: triki triki halloween, quiero dulces para mi…no como ahora que los niños no se disfrazan y los poquitos que lo hacen salen cantando otras canciones con el cuento de los papás de que no es el día de las brujitas sino el día de los niños.. vhaaa.. puras pendejadas (estoy sonando como anciano). Los 31 de octubre me encantaban porque uno seguía comiendo bananas como tres semanas después, en el caso mío, recolectaba una bolsada y la comparaba con la de mi hermana y no contento con eso, cuando ella se descuidaba le robaba bananitas. Ahhhh… tiempos aquellos.
A mitad de camino, en el cajón de los recuerdos (una extensión de la memoria) me encontré la foto de mi mamita (la mamá de mi mamá). La mujer que, hace 11 años, fue el porqué de nuestros viajes cada quince días a Andalucía (valle). Lentamente cerré los ojos y en mi cabeza abrí una cajita con sus recuerdos más reales, la visualicé; allí estaba ella, sentada en la silla roja del comedor que había antes, con un vestidito de flores moradas con blanco, peinándose y poniéndose en el pelo las pinzas que solía usar; al lado, en la mesa, estaba la porción de papaya que mi tía acostumbraba a darle cada tarde…. Allí también estaba yo, como de 4 o 5 añitos jugando en el corredor con un carrito azul que algún día se perdería debajo de la cama, mirándola y preguntándome porque siempre tenía los ojos cerrados. Ella siempre me llamaba y me daba el sobradito de papaya mientras me ponía en sus piernas y me palpaba la cara para darse cuenta y afirmar que me parecía a mi mamá; me tocaba la frente y los ojos como ansiando verme y juntaba su cabeza a la mía como en una especie de ritual tristón. Mi mamita no alcanzó a verme, vio a mi hermana y a mis otros primos mayores, pero no a mí, porque cuando nací, ella ya había quedado ciega. Aun me acuerdo de esos días en Andalucía, en esa casa materna de millones de recuerdos que no se pueden marchar por más arreglos que le hagan; me dan ganas de coger un bus e irme para allá y sentarme en el corredor a comer guayabas y mandarinas y contemplar las maticas de mi tía mientras cae la tarde y el patio se va poniendo oscuro, ahhh.. pero sé que ya no será lo mismo.
Seguí descongelando memorias y encontré las fotos de nuestros días de halloween; fotos de mi hermana disfrazada de muñeca, de india, de princesa y de cuanto disfraz cabía en la imaginación de mi mamá, fotos mías disfrazado de payaso, campesino, conejo, zorro… en fin, de todo me disfrace menos de Superman. En ese tiempo se veían bandadas de niños en las calles pidiendo dulces (entre esos yo), en ese tiempo uno decía: triki triki halloween, quiero dulces para mi…no como ahora que los niños no se disfrazan y los poquitos que lo hacen salen cantando otras canciones con el cuento de los papás de que no es el día de las brujitas sino el día de los niños.. vhaaa.. puras pendejadas (estoy sonando como anciano). Los 31 de octubre me encantaban porque uno seguía comiendo bananas como tres semanas después, en el caso mío, recolectaba una bolsada y la comparaba con la de mi hermana y no contento con eso, cuando ella se descuidaba le robaba bananitas. Ahhhh… tiempos aquellos.
Por ahí también estaban las fotos de las fiestas, las mejores: mis 5 años, mi primera comunión, la primera comunión de mi hermana, sus quince, los 50 de mi papá, entre otras. Un montón de fotos con la familia en las que uno dice: “huy, como estaba de gordo mi papá” “mira esa mota de mi mamá” “como eras de fea” “ y esos zapatos que” “y ese afro que”…. Expresiones que van acompañadas por un gesto con la boca que significa: tan bacano que la hemos pasado…
Dicen por ahí que recordar es vivir…. pues entonces yo quiero seguir viviendo.
Dicen por ahí que recordar es vivir…. pues entonces yo quiero seguir viviendo.
posted by cossete @ 3:33 PM
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